- Roberto (31 años) es el segundo hijo que se nos ha adelantado en el paso. Elena (12 años), su hermana pequeña, lo hizo nueve años antes. 26 de junio del 2008. Me llaman al móvil. Es Ana Mari. Dice que “¡Roberto está muerto!”. -Pero ¿cómo se va a haber muerto Roberto? -¡Sí, no respira y está morado! Salgo a buscar un taxi y media hora más tarde estoy delante de su cadáver. Está frío. Roberto no está ahí, pero sí, es su cuerpo. ¿Cómo ha podido ser? Roberto es un chico joven lleno de salud. Nunca ha trasnochado. Con treinta y un años, nunca ha ingerido alcohol ni ha consumido tabaco. Es un chico muy dependiente de nosotros, mentalmente es como si tuviera quince años. Muerte súbita producida por un edema pulmonar y cardíaco. Se ha ido dormido, no se ha enterado de nada y, como unas horas después supimos, aún él no sabe si está aquí –en La Tierra- soñando o es que en verdad se ha reunido con su hermana Elena en el Azul. ¡Vaya con Roberto, con el miedo que tenía él a morirse! Cree que está soñando con su hermana como tantas otras veces y Elena nos advierte que aún no está preparado para saber lo que le ha ocurrido de verdad. Está tranquilo y dentro de unos días podremos entrevistarnos con él. Estoy muy acelerado. Mi mente y mi corazón saben que no está muerto: la muerte es la gran mentira de la vida. Lo sé, llevo más de siete años comunicándome con personas que dejaron este mundo. Pero psicológicamente tengo que organizar mi mente para asumir la nueva relación con nuestro hijo. Ana Mari está destrozada. Ahora sí que nos hemos quedado libres para irnos cuando llegue nuestro momento. Nadie depende ya de nosotros para sobrevivir. Rubén, el chico mayor, está recién casado y su mujer está esperando un bebé para dentro de ocho meses. Martín –nuestro nieto y sobrino- nació justamente el mismo día que su tío Roberto cumple sus treinta y dos años terrenales. Se llevan su cuerpo al Instituto Anatómico Forense. Ahí estará hasta mañana, después podremos disponer de él un día más hasta darle sepultura. ¿Cómo me siento? No lo sé, acelerado pero sin pena. Sé que él no ha perdido nada con el cambio. Que ahora está ante una nueva etapa de su desarrollo vital. Sé que ahora podrá hacer realidad sus mejores sueños y que cientos de personas le habrán recibido entre abrazos y risas. Y, lo que es mejor de todo, por fin habrá podido mirarse en los ojos de Jesús. No lo creo, lo sé. Y eso nos tiene que satisfacer lo suficiente como para volver a aceptar otra vez la marcha de un hijo. El camino es difícil, pero ellos –desde su Nueva Vida- enviarán efluvios de Amor a nuestro corazón, para que lo consigamos. Y queremos rendir un homenaje a Roberto y a todos nuestros Amigos del Azul. Desde aquí queremos participar de la Alegría que corre todo el Cielo. Compro globos y una bombona de helio. La mañana del entierro, un par de horas antes de dar sepultura a su cuerpo, hacemos una cadena e inflamos casi doscientos globos, hasta que se terminó el helio. Uno inflaba, otro hacía un nudo con el mismo globo, otros ataban un hilito al globo para poder agarrarlo y entre todos, escribimos dedicatorias a nuestros seres del Azul. Quince minutos antes de salir hacia el cementerio, el techo de la sala está parcialmente cubierto de globos. De pronto, uno de ellos empieza a descender hasta situarse a un metro del suelo. Tiene un nombre –como todos los demás. El nombre que lleva escrito es Elena. Es el globo dedicado para nuestra hija. El globo se empieza a mover de derecha a izquierda, deteniéndose unos momentos delante de cada una de las personas que están sentadas. Estamos todos atentos y sorprendidos. Va de uno a otro como empujado por la voluntad de alguien que no vemos. Cuando llega frente a Rubén se detiene mucho tiempo y después sigue su camino hacia la puerta de salida. Le estamos grabando y haciendo fotos. El globo parece que está posando para ello. Cuando empieza a salir por la puerta, lo volvemos a situar en el mismo lugar en el que se descolgó y otra vez, vuelve a hacer el mismo recorrido, de la misma manera que antes. Ahora, cuando está de nuevo saliendo por la puerta, vienen a avisaros de que ya ha llegado la hora, que tenemos que llevar el cuerpo al cementerio. Cuando están introduciendo el cuerpo en la sepultura, soltamos los globos, que por efecto de la corriente del aire, se elevan en dirección al sol. En el silencio del momento, sólo se oyen las llamadas de Ana Mari, animando a su hijo para que SEA MUY FELIZ en su NUEVA VIDA…
LA MARCHA DE ROBERTO POR JOSÉ LUIS
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